jueves, 27 de junio de 2013

¿MAREAS O MAREOS?

Madrid, 3er domingo del corriente mes.

Desfila por las calles de la capital la marea blanca en defensa de la sanidad. El actual consejero de sanidad Javier Fernández-Lasquetty afirma que algunas de las asociaciones convocantes están bastante radicalizadas. A esto contesta una mujer que participa en la protesta: “protesto por lo que no me gusta, pero no soy ninguna persona radical, no agredo, solamente digo lo que pienso”.

Las terribles campañas de criminalización urdidas por el Estado y apoyadas por los medios de comunicación masivos hace ya tiempo que calaron en nuestra sociedad, y los hechos lo demuestran. No es la primera vez que esto sucede, con su poder de difusión son capaces de cambiar el significado de las palabras, como ya lo hicieron con terrorismo, anarquía, comunismo, democracia, libertad y otros muchos términos*.

Estamos cansados de repetirlo, radical no significa violento, agresivo ni criminal.

Definición de radical según la RAE: 3ª Acepción. Partidario de reformas extremas, especialmente en sentido democrático.

Aplicada esta definición a las personas que nos adjetivamos como radicales significa: Que pretende “arrancar los problemas de raíz”, para que no se reproduzcan.

Bello jardín el que pretendemos cuidar, nos gustaría que estuviese impoluto, sin presencia de malas hierbas. Para ello debemos ser pragmáticos, si cortamos por el tallo, rebrotará y junto a él germinarán nuevas simientes que pronto darán nuevos brotes, y cada vez más maleza asolará nuestro jardín y más trabajo tendremos si queremos que guarde su bella apariencia, pues cada poco tiempo deberemos volver a cortar los tallos de las malas hierbas, que cada vez son más, que atacan nuestro jardín.
 
Ante semejante trabajo infructuoso, el radical alza su voz, y propone: será más bello y laborioso el trabajo que acarrea el mantenimiento de nuestro jardín, si en lugar de limitarnos a ocultar el problema lo eliminamos de raíz, evitando que se reproduzca. Sí, está claro, para ello deberemos indagar en la tierra, cavar si es necesario para dar con la raíz, y esto conlleva más trabajo, pero vale la pena. Obtendremos un mayor rendimiento, pues con total seguridad sabemos que aparecerán nuevos problemas, pero al menos habremos sido capaces de quitarnos otros tantos de encima.

Vayamos al quid de la cuestión. El término radical ha sido aplicado para designar a los grupos que están dispuestos a salir a la calle a algo más que desfilar en forma procesional a ritmo de tambor/batucada, o hacer actos de simbolismo como “abrazar hospitales” o mostrar un millón de papeletas que expresan lo que deseamos.

La izquierda española se encuentra abatida, sin ideología ni rumbo definido, no podía ser de otra forma. Sucumbió a los encantos del capitalismo democrático y aceptó sus formas y sus cauces, y con ello echó por tierra su propia cultura (la de la clase que la constituía, la clase obrera), sus propias formas e incluso sus propios fines. Pero, ¿seremos capaces de realizar un aprendizaje coherente tras más dos años de movilizaciones en forma de súplica a los directores de orquesta? Por el momento parece que no, pero ya veremos, porque hasta hoy día es por todos conocido que “la necesidad empuja”.

La otra cara de la moneda:

Brasil, 10 de junio, se inician protestas por la subida de precios en los transportes públicos.

Hasta el día de hoy continúan las movilizaciones, la tónica allí es muy diferente a la de aquí. En poco más de dos semanas de agitación en las calles los manifestantes consiguen varias de sus reivindicaciones: endurecimiento de la ley frente a la corrupción, derogación de la subida de tarifas en transportes públicos, etc.

El pueblo brasileño, ante la necesidad acuciante que le empuja y la tomadura de pelo que implica la grandísima inversión en realización de eventos internacionales como la organización de la copa confederaciones y el mundial de fútbol no mendiga, sale a la calle y exige, muestra su fuerza y hace que los políticos tiemblen en sus despachos. Obliga a la maquinaria estatal a reaccionar y consigue mejoras parciales, que, no nos equivoquemos, lo único que pretenden es devolver la tranquilidad a las calles, la estabilidad económica y paralizar el ansia del pueblo, que prendida la mecha, se desata y a cada día que pasa aumenta sus exigencias.

No se malinterprete esto, en Brasil no todos son radicales (según la acepción de la RAE) pero muchos sí han actuado (y están actuando) como lo que los mass mierda califican de radicales. Y es innegable que han conseguido asustar a sus políticos y que eso de alguna manera se ha materializado en numerosas concesiones y promesas.

Mientras tanto, aquí en España, tras más de dos años de súplicas sigue adelante la construcción de Eurovegas, las múltiples reformas de las pensiones (que parecen no tener fin, poco a poco duele menos, ¿no?), continuas subidas de impuestos, recortes en sanidad y educación, retroceso en derechos civiles, una enorme bola de corrupción que campa a sus anchas (a este paso, el famoso “Caso Bárcenas” se convertirá para el gobierno del PP en un embrollo similar a lo que fue el expediente Picasso al reinado de Alfonso XIII, una montaña de papeles no precisamente repleto de buenas palabras que no para de crecer) y un sinfín de agresiones imperdonables a la clase trabajadora, cuya única respuesta ha sido un rogatorio que empieza a dar vergüenza, debemos valorarnos más.

Recordemos otra vez lo que decía una de las manifestantes de la última marea blanca: “protesto por lo que no me gusta, pero no soy ninguna persona radical, no agredo, solamente digo lo que pienso”, pues bien, con esto no es suficiente, además de decir lo que pensamos, si tenemos la seguridad de que es justo, tenemos también el deber de luchar por ello, de defenderlo con uñas y dientes. Porque, por poco que nos guste, la historia nos enseña que los poderosos no cederán ni un paso. Si no perciben que su situación de privilegiados peligra, si no perciben que el statu quo que les ampara se tambalea, no retrocederán ni un solo paso, a lo sumo, se aferrarán a la retórica vacía, o a posponer sus planes para tranquilizar al personal, pero nada más.



*Terrorismo: Hace tiempo el uso más común de la palabra terrorismo era para designar la violencia ejercida por el estado. Si una organización política de cualquier signo mata civiles indistintamente para infundir el terror, puede ser calificada como terrorista, pero si un grupo de personas se levanta en armas contra un gobierno, sin matar civiles de manera indiscriminada, puede ser calificado como “rebelde”, “sedicioso”, “revolucionario” o “subversivo”, pero no como terrorista.

Anarquía: Etimológicamente significa ausencia de gobierno, el significado que el Estado le otorga es caos, desorden.

Comunismo: Aunque hoy día se utiliza mayormente para designar al sistema que han aplicado los múltiples regímenes que se autoproclaman comunistas, en un principio se utilizaba para designar a un sistema partidario del reparto de la riqueza en el cual queda abolida la propiedad privada y los medios de producción son un bien común. Comunismo no implica necesariamente centralización del poder en el Estado.

Democracia: Etimológicamente se puede traducir por “gobierno del pueblo”, dada la situación actual y cómo se está gestionando la crisis a pesar de lo manifestado por el pueblo en las calles creo que no hace falta añadir nada más.


Libertad:
La libertad real tiene poco que ver con la libertad de la que hoy gozamos. Somos libres de elegir un nuevo dueño, o el mismo, cada cuatro años, somos libres de comprar lo que queramos, si tenemos dinero, y de otras vacuidades. Pero no somos libres de elegir dónde trabajar ni cómo hacerlo, simplemente, tampoco somos libres de elegir formar parte de esta sociedad o no.





Juan Puentes
JJLL ELCHE-VEGA BAJA